La Rambla


Vista general de la Rambla. Foto: Llucià Roisin. Arxiu Municipal de Figueres

La Rambla, a inicios del siglo XX, era el centro de la vida social figuerense. Construida sobre una riera que aún discurre por el subsuelo, se convirtió en el espacio de encuentro de sus habitantes y en el lugar de paso –y de paseo– obligado para los muchos visitantes que recibía la ciudad, especialmente los días de mercado. Ruar –o ramblear– de arriba abajo, encontrarse con los amigos, bailar sardanas o manifestarse en tiempos de intensa vida política fueron unas actividades permanentes a lo largo de los años veinte en este breve pero intenso bulevar. 

Elegante y señorial, amplia y, al mismo tiempo, acogedora, la Rambla se ha convertido en una seña de identidad de la ciudad hasta nuestros días. Este es el recuerdo de García Lorca en una carta a Anna Maria Dalí escrita desde Madrid el mayo de 1925:


Todos los días he pensado escribirte; ¿por qué no lo he hecho? Yo no lo sé. Me he acordado así más de ti, pero tú creerás que te he olvidado por completo. A la orilla del mar, bajo los olivos, en el comedor de tu casa, en la rambla de Figueras, y el comedor de tu casa bajo la divina pastora, tengo un portafolio de recuerdos tuyos y de risas tuyas que no se pueden olvidar. Además, yo no olvido nunca.

«Un poeta granadí a Figueres»
18 de de maig de 1925

La Veu de l’Empordà, en un breve texto sin firma, también se hacía eco de la visita.


Federico García Lorca vuelve a Madrid, donde habitualmente reside –no sin detenerse a realizar una lectura de sus obras en el Ateneu Barceloní–, llevándose una magnífica impresión de esta tierra ampurdanesa para la cual tuvo fervientes elogios, quedando maravillado de sus encantos, así como de nuestra sardana que por primera vez vio bailar en nuestra Rambla la tarde del pasado martes.